Caminos hacia la posmodernidad: Francia

 

El sueño de la razón produce monstruos.

En el costado contrario se abría paso otra revolución: la Revolución Francesa, modelo, desde una historiografía que ha conseguido mantener ciertas categorizaciones estandarizadas hasta el momento como un lugar común, parangón de lo moderno, de lo, por contraposición a «conservador», «progresista». Desde Inglaterra, agudos observadores políticos se preguntaban: ¿cómo la punta de lanza de una sociedad pluridimensional y comercial, la burguesía, puede ser calificada como progresista cuando lo que se proponía era devolver las armas a los ciudadanos? El Aux armes, citoyens, venía a ser la prueba que reconocía a la Revolución francesa como la más conservadora de las revoluciones al hacer retornar la virtud pública antigua en un mundo moderno. Si Madame de Staël aseguraba que «en Francia la libertad es antigua, el despotismo es moderno», la conquista no será lo que traiga la virtud, sino un nuevo y secularizado despotismo. La Revolución Francesa, en este sentido, parte del anteriormente citado entusiasmo («inspiración divina»), pero un entusiasmo anómalo que se seculariza y sustituye la religión por una secularización apoyada en una palabra hueca: razón, entendida como mero concepto justificador de la violencia. La Revolución Francesa es otra sustitución: la de las manners, convirtiéndose en una doctrina armada que opera como una fuerza universal siendo, sin embargo, pura y exclusivamente regional. Otros han calificado la Revolución Francesa como una religión política, alterando significativamente la antigua idea de religión. Sin entrar en controvesias sobre calificaciones, la Revolución Francesa, en su despliegue mediante una onírica, ficticia y huera razón, trae consigo el Terror. Otro observador, esta vez español, dio en el clavo: el sueño de la razón produce monstruos.